ii
Ana María Montenegro
La claridad
Instalación audiovisual
2024
Un rayo es un canal de luz por donde fluye todo lo que existe. Todo. Ana conoció en un noticiero la historia de un soldado al que le habían caído cuatro rayos. Se demoró mucho en encontrarlo. Por fin consiguió el teléfono del soldado Alex Serpa Mandón. Hablaron. A sus diecinueve años prestó servicio militar en el Batallón de Infantería Aerotransportado n.° 31 Rifles en Cáceres, Antioquia. Antes, atrás. Todo iba bien. El 13 de septiembre de 2012 le cayó un primer rayo mientras patrullaba una repetidora cerca de un campo minado. Todo se puso blanco. No sintió nada. Perdió el conocimiento. Abrió los ojos y vio las caras de sus compañeros que lo miraban. Incrédulos. Alex los escuchaba y entendía lo que le decían, pero no podía hablar ni se podía mover. Le contaron que el rayo lo había mandado a volar quince metros. Unas semanas después, también prestando guardia, apareció un segundo rayo. Y luego, el tercero. Y luego, el cuarto. Alex ya no estaba en el ejército cuando sufrió el impacto de los dos últimos. Ana y Alex hablan.
Alex aparece en los rankings de las personas que más han sobrevivido a la caída de rayos en el mundo. No es probable que alguien gane la lotería y lo es aún menos ser alcanzado por un rayo. No hay cómo interpretar esto. Cuando un rayo cae sobre una persona, puede descargar hasta doscientos millones de voltios de electricidad a través del cuerpo en tres milisegundos. La corriente suele interrumpir o provocar un cortocircuito en los sistemas eléctricos del cuerpo, como el que controla el corazón o el sistema nervioso. Las causas más comunes de muerte por caída de un rayo son infartos o daños cerebrales por traumatismo contundente. Es probable sobrevivir, pero es ridículamente improbable pasar por esto cuatro veces y, además, no morir. Es un milagro, es imposible, no hay explicación. Alex quedó con un problema en un oído, un dolor en la espalda baja y muchas preguntas. Dice que antes no hablaba así, que quedó hablando acelerado. Ana y Alex conversan. Alex le contó a Ana de los rayos, las curas y los rituales, las precauciones.
Nadie ha podido explicarle por qué le pasó esto. Él no deja de preguntárselo. En su tierra, el curioso del pueblolo mandó a enterrarse. Lo hizo primero horizontalmente. Le dijeron que no, que así no era. Lo volvió a hacer, parado, verticalmente, durante horas. No le ha vuelto a suceder, pero, cada vez que comienza a llover, Alex busca resguardo y se aleja de la gente. Dice que nada le va a pasar a él, pero que le preocupan quienes están a su alrededor. Ana y Alex hablan. Ella le pregunta si tal vez
esto que le pasó, tan inexplicable, tan improbable, tan trágico, tan mágico, pudo haberlo salvado de un destino más funesto. Alex no sabe. Algunos de sus compañeros que siguieron en el ejército perdieron una pierna o la vida. Alex reconoce que quería continuar la carrera militar, pero no lo dejaron. Tampoco lo indemnizaron.
Aquí se narra una historia que necesita ser contada para ser digerida. La historia de Alex y los cuatro rayos. Las cosas iluminadas por el rayo no pueden volver a esconderse. Para contar una historia, hay que recorrer los lugares que fueron sus testigos. La metáfora del rayo ilumina otros abismos: el desplazamiento, la guerra y el abandono. Un rayo es la mano de los cielos que se expande desde un centro, sol, santo, héroe, genio, por donde fluye todo lo que existe. Ana y Alex hablan.
Repetimos: la claridad son los cuatro rayos. Dicen que estos traen una voz nueva. Si un rayo no mata, revive. Al recibir un rayo, los animales pierden su pelaje. Se dice que los rayos regalan dones a quienes los sobreviven. Alex lo hizo. Adelante está el ayer, detrás el mañana; lo que le ha sido arrancado a la muerte. Esa luz clara que se levanta sobre el duelo. Escúchame, que estoy vivo. Estoy oyendo.
iii
María Leguizamo
Sorbo
Madera náufraga y sonidos recolectados del río Magdalena entre junio y noviembre de 2024
El río zumba cuando crece porque trae palizaá, es decir, la acumulación de madera náufraga. Tú sabes que yo siempre he estado interesada en los procesos de erosión, sobre todo en aquellos que tienen que ver con acciones humanas. Hay algo que me conmueve profundamente de las transformaciones radicales que ocurren en una escala temporal que todo lo vuelve blando, susceptible de ser conmovido por el tiempo. Todo se puede cambiar si tienes paciencia. El cuerpo de agua del río Magdalena no es propiamente una fuerza erosiva humana y lo que estoy buscando es construir esa narrativa, o sea, que sí lo es, porque la vida del río atraviesa la vida humana de formas muy complejas. Por supuesto, esto lo sabes; los cuerpos de personas desaparecidas
permanecen en el río y anda así, atravesado por la violencia1. Es, a la vez, la posibilidad de la vida y la transformación constante. La promesa de que todo cambia. Seguro conoces esa frase que dice que no se entra en el mismo río dos veces. Es una ironía quererlo atrapar, solidificarlo y suspenderlo en una imagen. Te quiero contar que la vibración del caudal tiene una correspondencia directa con el resultado material. Estos palos, ya lo sabes porque lo ves, son esculturas que el río ha construido con su voz. No existe un solo río, ni una sola voz. He estado pensando en las propiedades acústicas de la madera, en que todos los instrumentos, bueno, muchísimos instrumentos, están construidos de ese material duro y blando al mismo tiempo. Por eso, muebles, casas y ataúdes están hechos de madera, que se deja moldear relativamente fácil, pero mantiene su forma rígida. Esta es la base rítmica de un armazón acústico.
Las pulsaciones subyacentes de las grabaciones junto con sonidos de voz, de aire, producen los movimientos. Sí, así. Un movimiento, como decíamos, es esa cosa táctil que nos toca. La erosión sí es del agua, es la vibración del agua con todo lo que arrastra. La vibración viene del caudal de las aguas del río. El sonido que emite se modifica de acuerdo con lo que carga, de acuerdo con su equipaje. Entonces, ya sabrás, esa es la variable que hace que la vibración sea una y no otra. Esa. Los palos empiezan a asumir las formas del agua como las huellas de todas las imbricaciones. Entonces esto es el retrato de una voz, una voz abstracta, honda y complicada. La canción El arroyo de Pabla Flores habla de cómo el río zumba, de cómo suena cuando trae palos. Y no sé si sepas que así es como la gente se hace una idea de cuándo el río está crecido, a través del zumbido que produce la palizaá. También te he contado que siempre suena. La canción de Willie Colón me ha acompañado tanto en esta búsqueda... “las palabras son de aire y van al aire, las lágrimas son agua y van al mar”. Suena en todos los puertos.
Repetimos: estamos conectados por la misma naturaleza oscura y caótica que nombra y moldea las huellas del agua en los árboles caídos, en las ramas, en lo que ya no vive y se cae al río. Es la poesía del río que hace con sus brazos el modelado de la madera, que le quita lo que sobra, que lo
lija y lo pule con un ritmo encarnado y ciego. Pregúntale al agua cómo es que vive con esa ceniza. Hay que oír esa insurrección. Repetimos. Es una maravilla que a través del agua nos lleguen esos rastros, como voces, como gritos, como latidos, como lijas, como osamenta. Es el canto del agua que conjura las ganas de dejarse moldear por ella. Es el bramido del río. No sé si ya sabes que lo quieres oír, que lo quieres tocar. Aquí se oyen voces saliendo de lo que no se mueve. Repetimos. Estas son las huellas de la vibración del agua sobre la madera. El canto que oye la madera está en ella misma. El agua solo se la saca. Esta es la huella de su voz. Es la huella del susurro. Los instrumentos que son agua cantan sobre los cadáveres de los árboles. El origen del canto es el de los cuerpos rotos. Repetimos: para cargar el peso del agua. Repetimos. Estos huesos son, a la larga, lo invencible de la naturaleza. La presencia capturada. El silencio es solo una pausa. Estos árboles son solo los testigos. Estos árboles son la alegría de lo ruinoso. Si lo atrapas, lo sofocas.
iv
María Isabel Arango
Palabras, palabras, palabras
tela sublimada
2024
Colombia dividida fragmentado historia país sociedad su
libro
2024
Y si supiéramos que la ideología del alfabeto –aparentemente natural, pero un síntoma de socialización disciplinada– ha demostrado ser una táctica irresistible. Y si supiéramos que hay quienes han alfabetizado la Biblia. Alfabetizar no es una novedad. Y si supiéramos que es un método.
El libro Colombia dividida fragmentado historia país sociedad su organiza las palabras en orden alfabético de otro libro, Colombia: país fragmentado, sociedad dividida, su historia de Marco Palacios y Frank Safford. El libro originario nace de la urgencia de incorporar la memoria dentro del repertorio de políticas de Estado que podrían contribuir a superar la violencia que ya se reconocía como estructural.
Y si supiéramos que la imposición del orden alfabético revela otros regímenes. Repite sin miedo: la reiteración de las palabras diluye su sentido. Nada tiene sentido. Ya no es la narración que pudo ser
cuando las palabras estaban hiladas en su texto inicial, sino que se compone un mapa de jerarquías, donde cada palabra crea un territorio. Un conjunto de repeticiones o un cúmulo de palabras no son más que palabras, independientemente de su forma, contenido, contexto, pretensiones y posibles afirmaciones de alguna verdad. Y si supiéramos que despojar cualquier obra textual hasta sus huesos desnudos también es revelar/develar su esencia. Y si supiéramos que las palabras se pueden llevar.
Palabras, palabras, palabras plasmadas en telas. Se pueden llevar las palabras, pero no más de tres palabras pueden ser llevadas. Se pueden llevar una o tres palabras, o bien una frase de tres palabras. Se despojan palabras al detal. Se pueden llevar una palabra, o tres palabras consecutivas. Se puede.
Cada persona que adquiere una letra o una palabra o tres palabras descose no solo la tela, sino su narrativa. Y si supiéramos que, al llevarse las palabras, las letras o tres palabras, queda una huella en las telas que son despojadas de palabras y que terminan de borrar la narración. Pero la huella queda. Es como si, al despojar las palabras y las letras de las telas, se deshilara también la narración de la ideología del alfabeto. Y si supiéramos que es posible despedazar y borrar la historia, palabra por palabra, letra por letra. Aquí quedan los restos de telas que alguna vez albergaron y acogieron unas palabras, que alguna vez contaron una historia de un país, con verbos, sustantivos, artículos, adjetivos, pronombres, adverbios, preposiciones, conjunciones, interjecciones, complementos, piezas que además son testigos de esa historia que se borra y se deshilacha, para percibir la historia con sus huecos y sus faltantes. Y si supiéramos que texto y textil comparten raíz. Las letras, palabras y párrafos que faltan y que hacen huecos hacen aún más hueca la historia de la violencia en Colombia.
v
David Medina
Todo nombre es mi nombre (Gramática Nacional)
Estantes, libros y medios mixtos
2024
Cuando niño, la biblioteca de mi padre fue un refugio. Era el lugar de la casa donde yo siempre estaba. Como toda biblioteca, tenía este carácter caótico. Mi papá, por ejemplo, cogía alguna tabla de un piano que se encontraba y eso se convertía en una repisa nueva para poner libros. Hay una raíz importante en la biblioteca como forma, como continente de un sistema que desaparece.
Esta es una biblioteca interminable. Está creada a partir de algoritmos (digitales y analógicos) que producen combinaciones potencialmente infinitas. Es la biblioteca de un país extraño que se parece al nuestro, que toma archivos, imágenes, textos y nombres para construir un nuevo lugar: uno donde la migración y el movimiento de los cuerpos se encarna. Es una biblioteca inacabable.
Esta biblioteca tiene tres colecciones: Libros dispersos (Biblioteca Familiar Colombiana), que alberga textos construidos a partir de la Biblioteca Familiar Colombiana, editada en 1996, durante la presidencia de Ernesto Samper, para conformar una especie de canon literario colombiano de acceso universal. En estos libros, el 9,6 % de las palabras (un porcentaje que señala el número de víctimas en condición de desplazamiento forzado en Colombia a 2024) salen de los libros que originalmente las contiene para caer en otro libro de la misma colección. Es decir, las palabras de estos libros dejan su lugar y aterrizan en otro. Los libros pierden sus palabras y reciben las de otros, lo que los convierte en ilegibles. En esta biblioteca, las palabras saltan como saltamontes y describen movimientos migratorios internos. Se toman también el trabajo de contar de dónde vienen. Usan un número para hacerlo. Cada volumen es el cuerpo disperso de un país.
La segunda colección, Estadio (46.692 nombres colombianos), es un compendio de nombres generados. No existen, pero sí existen. Es decir, fueron construidos a partir de las estadísticas y probabilidades de nombres y apellidos colombianos, tomando datos del DANE, la Registraduría Nacional y de Datos Abiertos. Hay 46.692 nombres en cada tomo. Esta cifra es equivalente a la capacidad de espectadores del Estadio Metropolitano de Barranquilla, sede de la selección de fútbol de Colombia. Esta colección tiene 109 libros y cinco millones de nombres, una cantidad que se acerca al número de víctimas en condición de desplazamiento a diciembre de 2023. En este sentido, ambas colecciones son un ejercicio que busca una experiencia física de los datos, que pretende imaginar la cifra abstracta en otras representaciones y espacios.
En la tercera colección de libros hay imágenes y diagramas. Algunos son Golpecaderismo ilustrado (diagramas de bailes algorítmicos y fotografías), Hueco de la doctrina (fotografías de un juego de fútbol masivo), Trabajo de duelo (libro de boxeo y poesía), No porque parta me voy (tablas de salidas aeroportuarias ilustradas con postales de los lugares de destino), AvionesAnimales (colisiones entre fauna silvestre y aviones desde 1994, ilustradas vía Google Images), Árboles que vi viajando (fotos de alas de avión tomadas en vuelos de colombianos hacia el exterior), Harto hueso (catálogo de palos y ramas encontradas en la desembocadura del río Magdalena con mapas de sus hidromorfología y afluentes), Ruina (imágenes de datasets de entrenamiento de manillas de puertas de automóviles y casas), Nach (facsímil de la cartilla de lectura Nacho, donde a cada palabra se le ha cercenado la última letra) y otras publicaciones, memorabilia, tarjetas y postales.
Esta biblioteca es un cuerpo de archivos disímiles que gira alrededor del movimiento humano: el deporte, la migración, la danza, el turismo. Esta biblioteca es un arreglo caótico. Se trata de una biblioteca de estadísticas, prensa e imágenes. Esta es una biblioteca con el relato de una nación.
Todo nombre es mi nombre (Gramática Nacional) le pide al lector que juegue con ella, que se siente, que la abra y la mire. Cada vez que es abierto un libro de esta biblioteca, se crea una mirada distinta y única. Este espacio es para usted.
Esta biblioteca es también un duelo, el lugar donde pienso en la muerte violenta de mi padre y de mi abuelo. Sus métodos de construcción y creación, basados en lo hechizo, son la herencia directa de ellos. Esta biblioteca parte de la recreación de los talleres de piano de mi papá, donde reusaba tablas de instrumentos y maderas encontradas para construir sus bibliotecas. Esta comunidad de las cosas opera desde este aparente desorden, pero esconde caminos que la atraviesan y van haciéndose patentes con el tiempo y la lectura. Esta biblioteca es un sistema similar de encuentros y extravíos.
Repetimos: los nombres y las palabras salen y regresan para mirarte de frente, para que los veas como lo que son, en lo que se convierten: datos, estadísticas y materia. Repetimos. Allí donde las palabras temen, allí, en un revolcón que se vuelve un murmullo. Nada debería borrarse, todo debe permanecer. Hicimos listas, cosas, personas, lugares, libros. Nombramos todo lo que se podría nombrar. Nombramos el mundo. Pronunciar el verbo en edad para cargar el peso. Las palabras con los nombres son el abrevadero del sentido. Aquí hay palabras, no lenguaje. Las palabras es protegen. La abstracción lejana de la cifra celebra. Una imagen de la nación atravesada por un gesto: jugar con las palabras de una nación.
vi
Repetimos: las metáforas iluminan. La metáfora lleva a otros lugares. En una metáfora algo se describe en términos de otro; dos palabras, dos ideas, dos conceptos, dos que se encuentran para convertirse en algo más. Para el autor cubano José Lezama Lima, la diferencia entre rememoración y memoria está en que lo primero es un acto de reconstrucción de lo que fue, mientras que lo segundo es un acto metafórico. La memoria se encarna en la metáfora y ese gesto interviene en la imaginación, pero también en el sentido de pertinencia del pasado en el presente. Nos acogemos a esta noción como columna vertebral.
Nos interesa el uso de la metáfora entendida como un terreno fértil en el diálogo que se puede potenciar entre una serie de obras de arte y el espectador. Nos intrigan la voz, el texto, la escritura y la sobreescritura como formas de contraponer la larga experiencia de la violencia en Colombia que ha desplazado y desaparecido cuerpos, historias y nombres. De alguna forma, cierta realidad física permanece igual, como si lo blando se desintegrara y las cosas sólidas siguieran su vida impasibles frente al terror. Nos intriga extrapolar un país sintético de nombres y palabras contenido en los textos, en las historias, en el símbolo de las figuras patrias –las figuras de la madre y el soldado en las obras de Mónica Restrepo y Ana María Montenegro, por ejemplo–, para crear otro lenguaje o para leer de otra manera. Mediante la escenificación, ¿cómo podemos crear y desarmar las representaciones de la figura de la madre imbricadas en la mujer blanca-mestiza? Nos interesa poner en tensión la figura de la madre patria, la madre tierra, la madre que conserva la memoria y desafía la narrativa oficial. En la obra de María Leguizamo, los palos empiezan a asumir las formas del agua como las huellas de todas las imbricaciones. Entonces esto es el retrato de una voz, una voz abstracta, honda y complicada. Nos interesa desplazar sentidos, las biografías, los datos de un país familiar y lejano, para descoser la narrativa oficial. Nos interesa la descontextualización de las palabras mediante códigos propios de la escritura conceptual y, así mismo, su emplazamiento en el espacio –como sucede en las obras de David Medina y María Isabel Arango, por ejemplo–.
vii
Repetimos y salimos de nuevo por la madre/mater/materia para volver a exponernos a ese mundo que está allá afuera, abandonado ante lo colosal, para abandonarnos al rapto de salir para conectarse con las heridas que descubren el paisaje que ignoramos.
Carolina Cerón
