La artista Doris Salcedo creó en el 2017, en la ciudad de Bogotá, Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria, un contramonumento y lugar de reflexión sobre el conflicto armado en Colombia*. Al haber invertido el significado habitual del monumento, la artista concibió un espacio que, en vez de exponer una versión épica de la historia de una manera tradicional, propusiera diálogos a partir de las rupturas que el conflicto ha generado, reconociendo las experiencias extremas sufridas por millones de colombianos.
Fragmentos se presenta simultáneamente como una obra de arte viva, un lugar de memoria y un espacio de creación artística. La obra consiste en una construcción cuyo piso se elaboró con las armas fundidas de las FARC-EP y contó en su creación con la participación de mujeres víctimas de la violencia sexual durante el conflicto armado en Colombia.
La reutilización de las armas como material en el trabajo de Salcedo también le habla al momento presente. Según la historiadora austriaca Mechtild Widrich, “aquí, la ‘monumentalización’ no es estable, sino que se trata de un paso en la construcción de la historia, llena de tensiones, ambivalencias e interpretaciones. La circulación y uso de un material reciclado también es un reconocimiento de que la historia no puede ser borrada –las armas y la violencia son y serán parte de ella, pero el cambio en el material demuestra que [este] puede ser reactivado de forma diferente– y esto es lo brillante y sorprendente, quizás hasta impactante para moverse a través de la violencia. Tanto el público como el objeto cambian, y la interacción entre ellos es histórica y visceral a la vez”.
Así mismo, Widrich añade:
“El acto de involucrar mujeres víctimas de violencia sexual se convierte en un paso para cambiar la historia, pero también se trata de un trabajo de conmemoración, un trabajo que permite sentimientos negativos y una fuerza agresiva. El material y sus cambios simbolizan la historia y cómo nosotros, como individuos, tenemos el derecho y el poder para cambiarla”.
Este espacio de conmemoración se ha dispuesto entonces como un lugar físico, gratuito y abierto al público para reflexionar a través de procesos artísticos sobre las múltiples memorias del conflicto. Su objetivo no es generar una mirada única sobre la historia, sino dar cabida a diversas lecturas que promuevan diálogos difíciles, provocadores y, por ende, reflexivos. Para entender el concepto de contramonumento, realizaremos un breve recuento histórico de la transformación que ha sufrido el monumento en las tres últimas décadas.
A mediados del siglo XX, la función simbólica de los monumentos, como expresión uniforme de unos valores nacionales, de una cultura y una versión única y triunfalista del pasado de un país se empieza a resquebrajar. En el libro de 1943 Nueve aspectos de la monumentalidad, Sert, Giedion y Leger llegaron a la conclusión de que en la modernidad el monumento ya no es viable. De acuerdo con estos autores, el monumento es posible tan solo en momentos históricos que poseen una conciencia y una cultura totalmente unificadas, puesto que aquel expresa una fe absoluta en ideales y valores comunes que mantienen una sociedad fuertemente cohesionada.
Las naciones, en su afán de conservar una narración totalitaria del pasado, continúan erigiendo monumentos hasta 1982, año en el que se inicia la construcción del Vietnam Memorial, monumento a los veteranos de Vietnam que se encuentra en Washington D. C. La derrota en esta guerra permite la aparición de un Memorial que, por primera vez, no canta los triunfos bélicos de una nación, sino que, por el contrario, conmemora el legado de muerte y destrucción que deja la guerra.
A partir de esta y otras obras, surge el concepto de contramonumento, conformado por obras de arte y arquitectura contemporáneas con características formales radicalmente diferentes a las de sus antecesores triunfalistas. El monumento, valga la redundancia, es monumental. Su principal función es someternos o empequeñecernos como individuos frente a una versión grandiosa de la historia. El contramonumento tiene una escala humana, no jerarquiza y no impone respuestas fáciles; al contrario, genera un vacío y un silencio que posibilita escuchar y reconocer las experiencias extremas sufridas, en el caso de Fragmentos, por millones de colombianos.
Este lugar, que entrelaza los conceptos de superficie, silencio, vacío y ruina, va entonces más allá de la idea tradicional de un monumento. Según Salcedo, este lugar tiene una escala humana que, gracias a la paz, nos permite a los colombianos pararnos sobre una nueva realidad.
El espacio presenta el vacío y la ausencia como elementos inherentes de la obra, pues es justamente a partir de estos elementos que se evidencia y recuerda el inevitable vacío que deja la guerra.
Fragmentos busca que generaciones presentes y futuras de artistas exhiban obras de arte que reelaboren las memorias del conflicto y que, a través de ellas, permitan construir una visión colectiva del futuro. Por medio de una programación que reúne exposiciones artísticas, actividades culturales, conferencias y talleres, el espacio propone una reflexión participativa en torno a la relación entre el arte y la memoria, entendiendo el arte y la cultura como escenarios de posibilidades para la reconciliación.
Fragmentos es un espacio del Ministerio de Cultura, administrado por el Museo Nacional de Colombia, y cuenta con el apoyo de la artista Doris Salcedo, la Cámara de Comercio de Bogotá, la Alcaldía de Bogotá y la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, quienes integran su comité artístico.
* En el marco del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, suscrito entre el Gobierno nacional de Colombia y el grupo armado FARC-EP, se estableció que el armamento y las municiones entregados por esta antigua guerrilla se destinarían a la construcción de tres monumentos, uno de los cuales debía emplazarse en Colombia.