Seloua Luste Boulbina: “La colonialidad perdura en el privilegio de ciertas formas de conocimiento y en el rechazo o silenciamiento de otras"
Por Julián Harruch
Aunque los grandes imperios coloniales llegaron a su fin en el siglo XX, sostiene Seloua Luste Boulbina, los efectos del colonialismo perviven aún hoy, tanto en los ámbitos político y económico como en los campos del conocimiento, la cultura y las artes. Para esta destacada filósofa y teórica de la decolonización, en efecto, la independencia política de las excolonias constituyó solo el comienzo de la decolonización.
Julián Harruch: El próximo 14 de octubre usted dictará una conferencia digital, en Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria, sobre la decolonización del pensamiento y la cultura. ¿Puede explicarnos qué entiende usted por decolonización y por qué para usted no es lo mismo que la independencia política?
Seloua Luste: Los historiadores suelen definir la "decolonización" como un "período histórico" (que comprendería la segunda mitad del siglo XX) en el que los imperios europeos coloniales llegaron a su fin. Pero, desde un punto de vista filosófico, la decolonización no es lo mismo que la lucha por la independencia (la soberanía política). En primer lugar, las luchas anticoloniales se basaron en una antigua idea europea: el Estado-nación. De ahí que la soberanía política se convirtiera, por así decirlo, en el alfa y el omega de la “decolonización". Sin embargo, una vez que se obtuvieron las independencias, en las Américas se aplicaron “reglas" coloniales (como la esclavitud); y en países donde los indígenas eran los verdaderos beneficiarios de su independencia, como en África, todo estaba por construir.
Si bien hay muchos tipos de colonias, hay básicamente dos grupos de países poscoloniales. En algunos países, como en Estados Unidos, los descendientes de europeos fueron quienes se beneficiaron de la independencia. En algunos otros países, como en África, los “indígenas" fueron la población beneficiaria de las independencias (con la excepción de Sudáfrica, cuyo caso se parece más al de los países americanos que al de otros países africanos). Con la excepción de las Indias Occidentales, particularmente Haití —que ha sido independiente desde 1804—, los países americanos han reproducido el esquema colonial: una mayoría económica, social, política y cultural blanca versus minorías no blancas (negras o nativas).
Para ceñirme al caso africano, diré que en todos los países que obtuvieron su independencia durante la segunda mitad del siglo XX, entre finales de los 50 y principios de los 80, las independencias no interrumpieron la hegemonía del norte global. Económicamente, estos países independientes siguieron siendo un lugar de extracción de materias primas (petróleo, gas, diamante, platino, cromo, manganeso, etc.) que son explotadas por corporaciones del norte. Culturalmente, la hegemonía del norte global no ha desaparecido y la valoración de la producción cultural africana (artes visuales, cine, literatura) aún se encuentra bajo el poder simbólico del norte global. Esto muestra que independencia no significa decolonización. Cuando en el norte global llaman “decolonización" al fin de los antiguos imperios coloniales europeos, lo cierto es que este fin constituye solo el punto de partida de la decolonización para los africanos del sur.
JH: Usted ha caracterizado la decolonización del ser y el conocimiento como un proceso de “desorientación". ¿Podría contarnos más sobre qué entiende usted por esto?
SL: Los Estudios Culturales demostraron que la dominación es un proceso complejo en el que las personas están sometidas, pero en el que, al mismo tiempo, más o menos dan su consentimiento o aquiescencia. La forma en que consienten es lo que yo llamo "orientación".
Una de las cosas más impresionantes de notar, hoy día, es cómo los antiguos europeos consideraban el conocimiento de otras sociedades como un testimonio de su ignorancia. La colonialidad perdura en el privilegio de ciertas formas de conocimiento y en el rechazo o silenciamiento de otras. Esto es especialmente cierto en América del Sur, donde los españoles y portugueses, con la complicidad activa de la Iglesia Católica Romana, destruyeron el mundo “precolombino", como si este mundo no tuviera valor ni real ni simbólico.
En cierto modo, y en pocas palabras, la desorientación podría definirse como heterogeneidad frente a homogeneidad, pluralidad frente a unicidad, diversidad frente a universalidad. Olvidar el patrón de dominación global, por medio de un proceso de desorientación, es una forma de decolonizar a los antiguos colonizados. Una forma de interrumpir la producción y reproducción de subjetividades bajo la guía del norte global. La descolonización significa reconocer y abrazar la pluralidad de formas de conocimiento (incluidas las artes y la literatura) y los métodos epistémicos, lo que implica deconstruir la ilusión de objetividad y universalidad de las concepciones occidentales.
JH: ¿Cómo pueden contribuir el arte y los artistas a la decolonización del conocimiento?
SL: Creo que, a nivel simbólico, la literatura y las artes, como expresión de la libertad, son el comienzo de la decolonización. En Los soles de las independencias, publicado en 1968, el autor marfileño Ahmadou Kourouma satirizó la política africana posterior a la independencia. Su crítica es una forma de decolonizar el pensamiento africano mediante la descripción de la desilusión frente a las expectativas generadas por la independencia. Hace aún más tiempo, Aimé Césaire le dio a los martinicanos —y más ampliamente a los negros— el gusto por ellos mismos, después de la esclavitud y su abolición. Afirmó, y estoy de acuerdo, que la poesía representaba la única forma de recuperar su propio valor como hombre, no solo como hombre negro.
Mientras los historiadores reescriben el pasado para conocerlo con precisión, los escritores y artistas, que no se vuelven hacia el pasado sino hacia el presente, contribuyen en la creación de nuevas formas y nuevos pensamientos, a olvidar el pasado y a ser más conscientes de nuestro presente. La decolonización necesita articular hechos y significados, explicaciones e interpretaciones del presente, vivencias y subjetividades, no para conocer la “verdad" del pasado, sino para comprender el presente y cambiar el mundo.
JH: ¿Cuál debería ser el papel de los museos y otras instituciones culturales en relación con la decolonización?
SL: A escala mundial, estoy totalmente convencida de que los museos y otras instituciones culturales tradicionales podrían desempeñar un papel fundamental en el proceso de decolonización. La acción crítica de comisarios como Okwui Enwezor, Simon Njami o Bonaventure Soh Bejeng Ndikung, Bisi Silva, Koyo Kouoh o N'Goné Fall (de África) ha sido un factor decisivo en este proceso. Sin embargo, salvo que estos curadores ocupen un puesto crucial dentro de las instituciones culturales tradicionales, estas acciones, aunque puedan tener éxito, no son suficientes para producir resultados sostenibles.
En el pasado, los museos participaron en el proceso de colonización. Como los bancos, los museos contribuyeron a la acumulación primitiva de capital cultural, especialmente, como en el Louvre, en París, cuando el gobierno francés decidió traer antigüedades egipcias de Egipto a Francia. Lo que los europeos encontraron en el extranjero se consideró una propiedad suya "natural". Los bancos son tipos de depósitos de riqueza material; los museos son depósitos de riqueza simbólica. (Paradójicamente, la riqueza material es inmaterial y la riqueza simbólica es material.) Pero mientras los bancos se desterritorializan cada vez más, los museos se localizan principalmente en el norte global.
¿Cómo los museos podrían tener la capacidad de jugar un nuevo papel y contribuir a la decolonización si no abren sus puertas a los “otros" y si no aceptan devolución o restitución alguna? El primer reclamo de restitución se expresó formalmente durante el Festival Panafricano de Argel, en 1969. Desde este festival, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha adoptado una treintena de resoluciones. La Unesco también se ocupa de la cuestión de la devolución o restitución de bienes culturales a sus países de origen. Esta política es parte fundamental de la preservación y desarrollo de sus valores culturales.
Espero que los museos tomen las medidas adecuadas con miras a acelerar los pasos que les permitan restituir obras maestras a los países donde se crearon. Esta política implica que la cooperación internacional sustituya al interés nacional de los países del norte global. Sería una política poscolonial sensata.
JH: ¿Qué demandas o implicaciones tiene la decolonización del conocimiento en el campo de la investigación y la crítica artística?
SL: Los estándares académicos incluyen o excluyen algunas investigaciones o algunas conclusiones, porque la cientificidad no se basa solo en criterios científicos, sino también en normas sociales. Estos criterios y estas normas siguen siendo occidentales. Eso no permite nuevas formas de conocimiento. En los años 50, el argelino-martinicano Frantz Fanon y el senegalés Cheikh Anta Diop, dos pensadores vanguardistas, no fueron admitidos como verdaderos pensadores por la academia francesa. Frantz Fanon, como psiquiatra, fue el primer francés en describir la experiencia íntima de un hombre negro. Su tesis, que fue rechazada como tesis psiquiátrica, fue publicada en 1952 y titulada Piel negra, máscaras oscuras. Cheikh Anta Diop, como historiador, fue el primero en resaltar la negrura del Egipto predinástico. No pudo encontrar un jurado de examinadores para ello. En 1979, publicó muchas de sus ideas en el libro Naciones negras y cultura. Estas desventuras del conocimiento son sintomáticas: muestran cómo el norte está cerrado a las investigaciones que se adelantan en el sur.
Las antiguas categorías coloniales utilizadas para la subyugación todavía se utilizan ahora. La forma en que los académicos las definen y usan generalmente está mediada por tradiciones de pensamiento político marcadas e incluso enmarcadas por la colonialidad. Sin embargo, y a pesar del trabajo creciente y de gran alcance de la investigación poscolonial y decolonial, este aspecto todavía es silenciado o ignorado con demasiada frecuencia en algunos entornos académicos.
La colonialidad del conocimiento va de la mano de una colonialidad del poder, según la cual los actores y las prácticas se clasifican con base en las normas universales occidentales. Lo que está en juego aquí es el desmantelamiento de los sistemas de opresión y marginación incrustados en ese sistema y desplegados tanto en la academia como en las prácticas artísticas; y también en las prácticas sociales y políticas.